
TODA HISTORIA ES PRODUCTO DE ANÉCDOTAS CON SABOR DULCE O AMARGO, COMO TAMBIÉN, LAS OPINIONES BRINDADAS SOBRE HECHOS RELEVANTES NOS BRINDA UN NUEVO PERFIL Y QUIZÁ OTRA FORMA DE VER EL MUNDO
ALÓ ABEL ABRIL
EL HOLOCAUSTO ANDINO

Por Abel Abril
Llegó a las 6:30 pm procedente de Francia, escapando del terror de los bombardeos nazis a París. Ahí estaba él con la expresión de terror, embargado de una tristeza producto de la perdida de sus padres y con la idea que el mundo estaba vomitando todo lo asimilado por el ego capitalista o quizá los prototipos consumistas.
Su nombre era Francesco, a pesar de vivir la mayor parte de su juventud en territorio francés, por sus venas corría sangre italiana. Vino a Perú con la ilusión de estudiar Sociología y Literatura, emocionado por conocer a algún representante del vanguardismo y aliviado por escapar del tormento de la 2da Guerra Mundial.
En el terminal estaba su abuela Catalina, una señora conservadora que residía en los Barrios Altos y era docente de profesión en la Universidad Mayor de San Marcos. Francesco sabía hablar francés, latín y español; lo cual facilitó que los primeros meses de su estadía en la casa de su abuela lograra socializar rápidamente con varios vecinos del Cercado de Lima.
Su vida había dado un giro enorme, acá no existía la elegancia de Versalles, el té de la tarde o el modernismo europeo, sin embargo, no logró aprobar el examen de admisión de la Facultad de Letras, sintió mucha frustración, y a pesar del constante apoyo de su abuela, no pudo.
Pero algo muy inesperado estaba por sucederle. En la bodega del barrio ubicada en las famosas “Cinco esquinas” de la Lima criolla, conoció a Lorena, natural de Apurímac.
En su locura adolescente consideró a Lorena como el amor de su vida, como la musa de su inspiración. Ante el regaño de todos y sobre todo los de Doña Catalina, decidió irse a la región sierra con ella, dejar la ciudad por el campo, dejarlo todo, era una locura, puesto que solo la conocía un mes.
Francesco había escuchado muchas cosas respecto a la sierra, del abuso del gamonal al peón, de los conflictos campesinos entre otros. Lamentablemente el carro que los movilizaba sufre un accidente del cual Lorena y él tuvieron suerte de no salir heridos, pero quedaron a la deriva en la carretera abandonada que unía Huancavelica con Ayacucho.
Encontraron refugio en Choclococha, un pueblo sin electricidad y agua potable, su abrigo aquellas noches fueron pieles de carnero; su alimento, el famoso charqui. Una pregunta que rondó dentro de él esas noches fue: “¿Por qué viven así?”. Esa interrogante le produjo un mal sabor a su ilusión de una sociedad justa.
Llegando a Apurímac, la policía estaba desalojando a una familia de indígenas, eran los Mallma, varios pobladores se enfrentaron con las fuerzas del estado protegiéndolos. Para mala suerte, los efectivos contaban con armas de fuego.
Una bala perdida logró dar con Lorena, mientras que otra dio en la pierna de Francesco. El cayó al suelo, cubierto de tierra y su escapatoria llorando internamente por la pérdida de su amor juvenil, cuando de pronto una mano buscó su brazo para levantarlo.
¿Quién eres? Le dijo él – “Soy Arguedas”, respondió aquel poblador.