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ESTACIÓN "DOS SENTIDOS" 

Por Abel Abril 

 

Dos jóvenes que caminan por la Av. Abancay, una conversación que nunca muere, una amistad que brota desde hace casi dos años, un sentimiento utópico en el mundo que poco a poco va tomando forma con el transcurrir de las andanzas. Más de diez historias dan a luz de la boca de uno de ellos, mientras el otro escucha atentamente.

 

Las primeras semanas, estas almas andan por separado, distantes. Al transcurrir el tiempo, esa separación se transforma en un abrazo. Ya no se aprecia un aspecto frío, ese silencio sufre la metamorfosis hasta culminar en risas. Esas risas se transforman en besos en el rostro, esos rostros cobran la expresión de alegría, esa alegría se embaraza de felicidad, esa felicidad anhela embriagarse de amor.

 

Los dos cuerpos por momento conservan una timidez ante la expresión de sentimientos, sin embargo, se han vuelto confidentes, ahora ya no tratan de mostrar lo mejor de sí.  Ya no solo manifiestan virtudes, ahora demuestran la cara menos agradable de su personalidad. Sin embargo, eso los une aún más. Se volvieron dependientes. Se volvieron complementados.

 

Con el paso de las semanas, esas cuatro piernas siguen transitando por el cielo plomo de la capital rodeado de historia y conversaciones infinitas que se pierden en la eternidad, como si todo el mundo se volviera sordomudo a excepción de ellos. Dejó de propagarse la frialdad de sus sentidos, ahora lo existente viene a ser un brazo en un hombro y el otro en una cintura, ahora sus dos cabellos están rosándose, ahora son capaces de verse a los ojos.

 

 En el transcurso de la melodía que van formando estos dos espectros, comienzan a saborear el caramelo de la latitud de sus secretos, y  apreciar el verde de su tranquilidad. Es el producto que van creando: un caramelo verde. El más oscuro anhela ser el cambista, la más blanca anhela ser la perseguida para esconderse en su cariño.

 

El hielo de la timidez sufre un calentamiento sentimental, poco a poco se va derritiendo y estos dos seres inician un naufragio en el mar de sus penumbras que en principio lo toman a risa, el océano de su calidez  y juegos hedonísticos que une de pronto sus manos.

 

Sí, esos dos adolescentes ahora comparten lágrimas. En primavera intercambiaron labios, y en los comienzos del verano antes de la despedida uno de ellos compartió lagos que brotaron de sus ojos. El verano los distanció de forma efímera, uno pensó encontrar rumbo solitario, pero cayó en la batalla, mientras el espectro del otro lado del mundo, sintió un punzón en el corazón consecuencia de la ausencia del primero.

 

Aunque les costó aceptar, se volvieron indispensables para la existencia de los dos. Un periodo de prueba, el otoño comenzó a abrazar su ingratitud. La ingratitud se admitió como triunfadora, sin embargo, nunca pensó que solo sería una transición hacia algo más puro e irracional. La locura que aborda los corazones desenfrenados, la psicosis que enferma la no presencia de tu complemento.

 

Con el tiempo se dan cuenta que uno es un cerebro sin pies y el otro un cuerpo sin alma. El primero decidió ofrecer su alma, el segundo su cuerpo. Ahora existía un cuerpo con alma y una mente con pies de soporte. Y lo más importante, un corazón sostenido en una mano blanca donde cuelga una pulsera con el nombre de uno de ellos y el número que marca el símbolo de la revolución llena de romanticismo en sus pechos.

 

Ahora estos dos espíritus desafían el porvenir, sostienen una canasta donde poco a poco van echando a guardar el pasado que suele oscurecer el futuro, y mientras el otro cubre de manera rotunda la espalda con chompa azul. Quien lea esto sabrá a quienes me estoy refiriendo, dará cuenta de cada segundo. De cada libro, por las ferias y los conocimientos, de los ancestros y pasatiempos, entre el mar y los autorretratos.

 

En cada esquina de la metrópoli cubierta con cielo gris, en esta humanidad donde perdura el materialismo. Se sabrá que existieron dos cuerpos que se envolvieron en caricias perpetuas, dos manos que se sostuvieron desafiando cualquier apocalipsis prematuro. Dos cerebros y dos corazones, dos ojos que hoy a la medianoche deben estar terminando de leer este texto y otorgándose un roce de labios como muestra de bienvenida a la noche, la luna, las estrellas y las dimensiones que aplauden su unión. Dos rostros que se unen en el frío de la madrugada y se quieren ante la aprobación de la naturaleza.

 

 

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